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ACONTECIÓ en el año catorce del rey Ezequías, que Senaquerib rey de Asiria subió contra todas las ciudades fuertes de Judá, y tomólas.
Y el rey de Asiria envió a Rabsaces con grande ejército desde Laquis a Jerusalem al rey Ezequías: y asentó el campo a los caños de la pesquera de arriba, en el camino de la heredad del Lavador.
Y salió a él Eliacim hijo de Hil-quías mayordomo, y Sebna, escriba, y Joah hijo de Asaf, canciller.
A los cuales dijo Rabsaces: Ahora pues, diréis a Ezequías: El gran rey, el rey de Asiria, dice así: ¿Qué confianza es ésta en que confías?
Digo, alegas tú, (empero pala­bras vanas) que tengo consejo y fortaleza para la guerra. Ahora bien, ¿en quién confías que te rebelas contra mí?
He aquí que confías en este bordón de caña frágil, en Egipto, sobre el cual si alguien se apoya­re, entrarásele por la mano, y se la atravesará. Tal es Faraón rey de Egipto para con todos los que en él confían.
Y si me dijeres, en el SEÑOR nuestro Dios confiamos; ¿no es éste aquel cuyos altos y cuyos altares hizo quitar Ezequías, y dijo a Judá y a Jerusalem: Delante de este altar adoraréis?
Ahora pues yo te ruego que des rehenes al rey de Asiria mi señor, y yo te daré dos mil caballos, si pudieres tú dar caballeros que cabalguen sobre ellos.
¿Cómo pues harás volver el rostro de un capitán de los más pequeños siervos de mi señor, aunque estés confiado en Egipto por sus carros y hombres de a caballo?
10 ¿Y por ventura vine yo ahora a esta tierra para destruirla sin el SEÑOR? El SEÑOR me dijo: Sube a esta tierra para destruirla.
11 Entonces dijo Eliacim, y Sebna y Joah a Rabsaces: Rogámoste que hables a tus sier­vos en lengua siriaca, porque nosotros la entendemos: y no hables con nosotros en lengua judáica, oyéndolo el pueblo que está sobre el muro.
12 Y dijo Rabsaces: ¿Envióme mi señor a ti y a tu señor, a que dijese estas palabras, y no a los hombres que están sobre el muro, para comer su propio estiércol y beber su propia orina con vosotros?
13 Púsose luego en pie Rabsaces, y gritó a grande voz en lengua judáica, diciendo: Oid las palabras del gran rey, el rey de Asiria.
14 El rey dice así: No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar.
15 Ni os haga Ezequías confiar en el SEÑOR, diciendo: Ciertamente el SEÑOR nos librará: no será entregada esta ciudad en manos del rey de Asiria.
16 No escuchéis a Ezequías: por­que el rey de Asiria dice así: Haced conmigo paz, y salid a mí; y coma cada uno de su viña, y cada uno de su higuera, y beba cada cual las aguas de su pozo;
17 Hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tie­rra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas.
18 Mirad no os engañe Ezequías diciendo: el SEÑOR nos librará. ¿Libraron los dioses de las naciones cada uno a su tierra de la mano del rey de Asiria?
19 ¿Dónde está el dios de Hamat y de Arfad? ¿dónde está el dios de Sefarvaim? ¿libraron a Samaria de mi mano?
20 ¿Qué dios hay entre los dioses de estas tierras, que haya librado su tierra de mi mano, para que el SEÑOR libre de mi mano a Jerusalem?
21 Mas callaron, y no le respon­dieron palabra; porque el rey así lo había mandado, diciendo: No le respondáis.
22 Entonces Eliacim hijo de Hilquías mayordomo, y Sebna escriba, y Joah hijo de Asaf canciller, vinieron a Ezequías rotos sus vestidos, y contáronle las palabras de Rabsaces.