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1 Cuando Eleazar hubo respondido de esta manera a las exhortaciones del tirano, los lancero se acercaron y arrastraron rudamente a Eleazar hacia los instrumentos de tortura. 2 Primero desnudaron al anciano, adornado como estaba con la belleza de la piedad. 3 Luego, atándole los brazos y las manos, lo azotaron con desprecio. 4 Un heraldo de enfrente gritó: “¡Obedezcan las órdenes del rey!”
5 Pero el altivo y verdaderamente noble Eleazar, como quien es torturado en un sueño, lo ignoró. 6 Pero alzando los ojos a lo alto, hacia el cielo, la carne del anciano fue despojada por los azotes, y su sangre corrió, y sus costados fueron atravesados. 7 Cayendo al suelo por no tener su cuerpo fuerzas para soportar los dolores, seguía manteniendo su razón erguida y sin doblarse. 8 Entonces uno de los duros lancero se abalanzó sobre él y comenzó a darle patadas en el costado para obligarle a levantarse de nuevo después de haber caído. 9 Pero él soportó los dolores, despreció la crueldad y perseveró en las indignidades. 10 Como un noble atleta, el anciano, al ser golpeado, venció a sus torturadores. 11 Con el rostro sudoroso y jadeando, era admirado incluso por los torturadores por su valor.
12 Por eso, en parte por compasión de su vejez, 13 en parte por la simpatía de los conocidos, y en parte por admiración de su resistencia, algunos de los asistentes del rey dijeron: 14 “¿Por qué te destruyes sin razón, oh Eleazar, con estas miserias? 15 Te traeremos algo de carne cocinada por ti mismo, y podrás salvarte fingiendo que has comido carne de cerdo.”
16 Eleazar, como si el consejo lo torturara más dolorosamente, gritó: 17 “Que nosotros, que somos hijos de Abraham, no seamos tan mal aconsejados como para ceder a hacer uso de una pretensión impropia. 18 Porque sería irracional que, habiendo vivido hasta la vejez con toda verdad, y habiendo guardado escrupulosamente nuestro carácter para ello, nos volviéramos ahora 19 y nos convirtiéramos nosotros mismos en un modelo de impiedad para los jóvenes, como ejemplo de contaminación alimenticia. 20 Sería vergonzoso que viviéramos poco tiempo, y que fuéramos despreciados por todos los hombres por cobardía, 21 y que fuéramos condenados por el tirano por cobardía al no contender hasta la muerte por nuestra ley divina. 22 Por tanto, vosotros, oh hijos de Abraham, morid noblemente por vuestra religión. 23 Vosotros, lanzas del tirano, ¿por qué os quedáis?”
24 Viéndolo tan altivo contra la miseria, y sin cambiar por su piedad, lo llevaron al fuego. 25 Luego, con sus malvados instrumentos, lo quemaron en el fuego y le echaron fluidos hediondos en las narices.
26 Al final, calcinado hasta los huesos y a punto de expirar, levantó los ojos hacia Dios y dijo: 27 “Tú sabes, oh Dios, que cuando podía haberme salvado, he sido asesinado por causa de la ley con torturas de fuego. 28 Sé misericordioso con tu pueblo, y satisfazte del castigo que recibo por su causa. 29 Que mi sangre sea una purificación para ellos, y toma mi vida a cambio de la suya”. 30 Hablando así, el santo varón partió, noble en sus tormentos, y hasta las agonías de la muerte resistió en sus razonamientos por causa de la ley. 31 Así pues, el razonamiento religioso es dueño de las emociones. 32 Pues si las emociones hubieran sido superiores al razonamiento, les habría dado el testimonio de este dominio. 33 Pero ahora, puesto que el razonamiento ha vencido a las emociones, le concedemos con toda justicia la autoridad del primer lugar. 34 Es justo que permitamos que el poder pertenezca al razonamiento, ya que domina las miserias externas. 35 Sería ridículo si no fuera así. Demuestro que el razonamiento no sólo domina los dolores, sino que también es superior a los placeres y los soporta.
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